Y si no que se lo pregunten a las dos amigas que hace poco se reencontraron en la celebración del 25 aniversario de la graduación del Bachillerato.
Ambas tenían la misma edad, ambas habían terminado sus licenciaturas, a ambas les había ido bien a nivel profesional y ambas habían decidido formar una familia.
Ambas, se podía decir que eran trabajadoras, apasionadas y muy entusiastas.
Las dos se habían ido preparando de manera constante a lo largo de los años para conseguir un buen trabajo y conseguir el modo de vida que, durante su etapa en el instituto, ambas habían soñado poder alcanzar.
Sus vidas, después de estos 25 años, seguían teniendo muchas cosas en común, incluso a nivel personal. Estaban felizmente casadas y tenían sendas hijas en plena pubertad. Y ambas continuaban con sus cargos de responsabilidad en sus respectivos trabajos.
Pero había una diferencia. Una diferencia sustancial, importante, una diferencia que las convertía a ambas en dos mujeres totalmente diferentes. Daba la sensación, que entre ellas, realmente, hubiese una diferencia de edad importante. Cuando en realidad, ambas sabían que tenían la misma edad.
La que parecía más joven, se mantenía físicamente bien, se mantenía delgada y tenía un peso ideal para su altura. Hacía ya muchos años que había decidido llevar una vida saludable.
Desde que había empezado a trabajar, tenía claro que quería llevar una vida sana. Para ello, había incorporado muchas frutas y verduras en sus comidas diarias y lo compaginaba con alguna actividad física, como salir a caminar, a correr, a pasear en bicicleta, etc.
Enfrente, estaba la otra amiga, ella había decidido llevar otro estilo de vida totalmente contrario al de su amiga, un estilo de vida totalmente sedentario. De la salud no se había preocupado nunca, de comer sano tampoco. Aunque su edad rondaba los 40´s, su estado físico y con un sobrepeso poco saludable, daba una imagen de una mujer 20 años mayor.
Relajada de su aspecto físico, sin preocuparse de su salud. Su día a día se había vuelto monótono, trabajaba muchísimo y cuando llegaba a casa tarde y cansada, le quedaban muy pocas horas para compartir con su familia.
Comía fatal, en el trabajo la mayoría de días comía a deshoras y casi siempre comida precocinada. Lo más sano que comía algún día era alguna ensalada envasada con alguna salsa y sin sabor a nada.
¿Te has preguntado cuál es la diferencia en la vida de estas dos mujeres?
No es la inteligencia, ni el talento, ni el ingenio, ni la dedicación. Tampoco es la familia.
No es que una quiera tener éxito y la otra no. No es que una tenga «buena suerte» y la otra tuviera «mala suerte».
Afortunadamente, no tiene nada que ver con eso.
La verdadera diferencia radica en que cada persona toma sus propias decisiones y en este caso, vemos que hay personas que quieren llevar una vida más saludable, pues de esta manera se sienten más felices, tienen mucha energía positiva, son más proactivos y se sienten con ganas de hacer cosas.
Por este motivo, desde Huertovit, queremos ayudarte a conseguir ese estilo de vida más saludable, proporcionándote nuestro conocimiento para que disfrutes de tus propias cosechas y de la experiencia de comer tus propios alimentos, recién recogidos, frescos y de temporada.
